PSORIASIS. En el verano del 86 trabajé en la piscina municipal de Fuenlabrada. Allí no faltaba trabajo. Una mañana se acercó al botiquín una señora muy enfadada pidiendo mi intervención. Me refirió que su pequeño había tenido que salir llorando del agua por los comentarios y el rechazo de otros niños. Su hijo, de unos ocho años, padecía psoriasis. Me acerqué al recinto y les expliqué la enfermedad de este niño. La gente me escuchó con atención y respeto. No hubo ningún comentario desagradable ni dudas en mis conocimientos. Los bañistas volvieron al agua y el niño no tuvo más problemas ese día. La psoriasis es una enfermedad de origen desconocido. NO ES CONTAGIOSA. Puede ser hereditaria y se caracteriza por manchas rojas en la piel con descamación y picor. Puede presentarse a cualquier edad y aunque es infrecuente en niños, también pueden padecerla y estar muy tristes.
AHOGAMIENTOS. Mi primera publicación, que sin duda es la más interesante, versaba sobre técnicas de RCP. Sería la persona más feliz del mundo si alguien, siguiendo mis instrucciones, salvara la vida de otra persona. Estamos acostumbrados a escuchar por los medios de comunicación la cantidad de gente que muere todos los veranos en las playas, piscinas, pantanos, ríos, etc. Estas desgracias se producen, casi siempre, en presencia de mucho público y hay que poner inmediatamente en marcha las técnicas de reanimación que todos deberíamos conocer. El afectado en el agua puede haber sufrido un ahogamiento, un problema cardiaco o un golpe en la cabeza contra una roca. El resultado es que el paciente está en parada. «Le llamo, le muevo, le pellizco y nada. No respira y no tiene pulso en las muñecas ni en el cuello. Manos a la obra. Tumbado boca arriba y sobre superficie dura, deslizamos su cabeza hacia atrás y cubrimos su pecho. Entrelazo mis manos, las coloco en el tórax del paciente y empiezo un masaje cardiaco. Pecho del paciente, mi mano izquierda, mi mano derecha y presiono provocando un hundimiento de 4-5 centímetros. No golpeamos al paciente, le apretamos y aflojamos su pecho. Hundimos su tórax y dejamos que vuelva a su posición inicial. Aprieto/aflojo, aprieto/aflojo. Y esto debo hacerlo cien veces por minuto: y1, y2, y3, y4, y5, y6… así; más deprisa que una vez por segundo. Hay que hacerlo con energía y decisión; estar convencido que le sacas adelante. Está demostrado que cuanto antes se inicien estas maniobras de RCP, más probabilidades hay de salvar al paciente y con menos o nulas secuelas». Mi enseñanza va dirigida al profano. El experto sabe bien lo del 30:2; 30 compresiones, 2 respiraciones.